A JESÚS CAÍDO Y AL CRISTO DEL MAR.
A MARÍA DE LAS LÁGRIMAS, MADRE DE LOS DESAMPARADOS.
Un
año más, uniéndome a mi querida Hermandad del Santísimo Cristo del Mar y
Nuestra Señora de las Lágrimas en el monte Calvario, me atrevo a acercarme a
vosotros y vosotras, hombres y mujeres de Almería. Y lo hago desde otro mar, el
de Cádiz, que se prepara también para celebrar nuestra gran Semana Santa, la de
todos los que intentamos, muchas veces en medio de dudas y temores, vivir como
Jesús y como María.
En
esta ciudad soy Director Espiritual de otra Hermandad maravillosa: la de
Nuestro Padre Jesús en su Tercera Caída y María Santísima de los Desamparados,
conocida como Hermandad del Caído. Un
grupo de hermanos y hermanas llenos de fe, ilusión, alegría y esperanza.
Para
mí, en una etapa nueva de mi vida, está suponiendo un motivo de renovación, de
compartir alegrías y penas, de vivir mi fe y da ayudar a otros a vivirla
también. Y en mis ratos de oración ante nuestros Titulares, no puedo ni quiero
evitar unir mis vivencias del pasado ante el Cristo del Mar y las que estoy experimentando ante Jesús
Caído, ni mi ternura al contemplar a María de las Lágrimas y a María de los
Desamparados.
Almería
y Cádiz. Ciudades andaluzas de profundo sentimiento religioso. Distanciadas
geográficamente, pero mucho más cercanas en la expresión de los sentimientos de
lo que a primera vista parece. Llenas de gente buena y sencilla, abierta y
acogedora. Ciudades abiertas al mar que baña sus playas, y llenas de luz y de
sol.
También
me resulta fácil unir en mi corazón esas dos realidades, que poco a poco voy
integrando en mi vida como persona, como religioso marianista y como sacerdote.
Y ante el Señor, Caído y Crucificado, Amigo y Hermano, me brota desde el fondo
del corazón una hermosa oración que el año pasado me cautivó y que refleja muy
bien mis sentimientos en la actualidad:
Padre
Nuestro que estás en el suelo, tres veces Caído,
Por
hacernos posible tu Reino que ciegos perdimos.
En
tu fuerza, Señor, confiamos. De tu boca esperamos el grito
Que
le diga a tu pueblo: “¡Levanta, y vuelve al camino!”.
Mas,
igual que el cielo, en la tierra cúmplase tu amoroso designio.
Ven
a darnos tu Pan cada día y haznos fuertes para compartirlo.
Y
perdona, si tanto te herimos, que nosotros también perdonamos el mal recibido.
Y
si ves que caemos de nuevo, Maestro Divino,
Porque
es mucha la carga de Cruz, y si Ti caminamos perdidos,
Líbranos
del poder de la tierra y otra vez estaremos contigo.
Porque
un día gocemos tu Reino por Ti prometido,
Ponle
alas de amor a tu Pueblo y guárdale un sitio,
Padre
Nuestro que estás en el suelo, glorioso y bendito.
Y
desde el fondo de mis entrañas le digo a mi Cristo del Calvario:
Ayúdame
a llevar a Cruz de cada día. Que no rechace lo que traiga dolor.
Que
sepa dejar que lo que pasa, pase.
Tatúame
tu Cruz en el alma para que sea fortaleza en mi vida,
La
lección de entrega que he de vivir, y el Dios junto al que quiero un día
resucitar.
Toma
mi Cruz junto a mí. Ayúdame a llevar la Cruz de mis hermanos.
Estate
a mi lado en todo momento, para que pueda actuar y amar como Tú.
Y
cuando el peso de las Caídas, de mis caídas, y el peso de la Cruz, de mi cruz,
parece que puedan tragarme, vuelvo mis ojos a la ternura maternal de María.
María de las Lágrimas, que las une a mis lágrimas. María de los Desamparados,
que acoge mi desamparo.
María,
Madre de Dios y Madre mía, llévame junto a ti en tu camino junto a tu Hijo.
Tu
dolor me hace darte las gracias. Gracias por estar junto a Él en mi nombre.
Gracias por ser la Mujer para todos, la Madre de todos. Gracias porque
soportaste el sufrimiento, no solo por Él -sí, en primer lugar por Él-, sino
también por mí.
Si
fuera capaz de caminar como tú por la vida daría las gracias con toda mi alma.
Y,
aunque no lo soy, también te doy las gracias de corazón porque tú has hecho por
mí ese camino.
Ayúdame
a caminar con esperanza. Ayúdame a caminar en el compromiso por los otros, en
la verdad, en la sinceridad, construyendo la paz, liberándome de todo lo que me
estorba. Ayúdame a caminar dando la vida. Ayúdame a caminar en el amor.
Sé
que, si camino contigo, ese camino e llevará al Padre, donde tu Hijo Resucitado
es el Rey, donde el Espíritu ocupa todos los espacios vacíos, donde reinará el
amor, la justicia y la paz.
María, Señora de las Lágrimas, Madre de los
Desamparados, que cada paso de mi vida me lleve, contigo, al Reino de tu
Hijo.
Eduardo Fernández-Moscoso Solano S.M.
Cádiz, 5 de febrero de 2018
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