El tercer día del Triduo a Nuestro Padre Jesús Caído, se presentó este gran cartel, obra de Manuel de los Ríos Pecino.
En su presentación, Francisco Carrillo de Albornoz Soto, pronunció estas bellísimas palabras:
Caído.
Tres veces tuviste que
caerte,
para no caer en el
olvido.
Para buscarte y no
perderte,
para no pasar desapercibido.
Tres cruces avanzan con
paso decadente,
para seguir abriendo tu
camino
y guiar a una
penitencia
que con sus cirios encendidos
anhelan ser tu Cirineo,
por los siglos de los siglos.
Señor de los
universitarios,
de los marianistas y de
los desamparados
de nostalgia de una noche
estrellada entre jardines y albero salado
en un parque de aires con
acentos italianos
que quiso el destino cambiarlo
de la brisa marinera de
la Alameda
a los rezos de un
convento franciscano.
¿se puede ser aún más
gaditano?
Y para que el marco de
la perfección contigo fuera creado
con una viga de la
lglesia del Carmen
Dios lo transformó y
te hizo más humano,
apoyando tu mano en
una roca
y con la otra
abrazando la cruz de nuestros fallos.
Dime, hermano del
Caído, ¿cómo Él te ha cautivado?
¿qué se siente, cuando
cada tarde del Martes Santo
te pones el hábito
negro y blanco
y con tu andar le
muestras el camino
a un Dios con los pies
ensangrentados,
exhausto por el peso de
un madero,
cargado por los kilos de
nuestros pecados,
avanzando por cada paso
más y más fatigado
hasta abandonarle las fuerzas
y arrodillarse agotado?
Dime cómo puedo
ayudarlo,
dime por dónde tiro,
dime cómo se puede
llegar a ver su Rostro Divino.
Dímelo, hermano, que tengo
mi alma desamparada
y quiero quedarme tranquilo.
Enséñame a rezarle como
tú le rezas,
y que de esa oración nazca
una saeta
que mis labios conviertan
en "quejío"
para proclamar que mi
Dios, aunque se caiga
siempre sigue su camino
por un parque, por una
Alameda, por una Catedral
o aquí por San
Francisco.
Pasando por calles, por
plazas,
para decirnos que
sigue estando vivo,
que nunca perdamos en
Él la esperanza
que no hay nada perdido,
que tomemos la Cruz de
nuestras culpas
y nos dé salud para año
tras año no abandonarlo en su recorrido
y acompañarlo en su caminar
hacia su amargo destino.
Avanza en nuestras vidas,
en nuestras almas y en
nuestros corazones de niños
que, aunque por
nuestras culpas se sienta herido,
aunque por nuestros actos
tres veces caiga abatido,
avanza, siempre avanza
El Caído.
(…)
Y gracias a la
Hermandad por esta acogida por la que no sé cómo devolver
la experiencia de lo
vivido.
Porque si me centro en
el Martes Santo como día,
con su noche llena de
estrellas por arriba,
le rocío de
penitencia,
de esfuerzo de tus
universitarios eternos que te tienen por guía.
Le pongo un mar a sus
pies
e inundo de versos sus
orillas.
Lo ilumino con cuatro faroles
de luz,
y hasta la luz siente envidia.
Y sale a la calle por
un barrio
que contagia por su
alegría.
Esta Hermandad se convierte
en pasión que te
envuelve y te rodea.
Y por más que se empeñen
en despreciar
lo que para nosotros es
divino,
esta ciudad,
esta Hermandad que
surca los mares de mi existencia,
solamente tiene un
nombre con cinco letras CAÍDO.
Y desde ese eterno
balcón de los cielos
asomado a tu Alameda desde
aquí por san Francisco,
con trozos de
recuerdos de tu barrio del Mentidero,
los cosió Dios con
hilo de oro fino,
para llamar a su Madre
Desamparados
y a su hijo Jesús Caído.