Esa luz que entra por la puerta de San Antonio cuando nuestro fiscal abre a la hora señalada y se plantan nuestras cruces de guía en la calle, con ese sonido de fondo del murmullo expectante del público que nos aguarda.
Esa luz que resplandece sobre el túnico del Señor y encarnan, aun más, los claveles rojos de la alfombra que lo sostiene, cuando los rayos de la tarde lo enfilan por la plaza Cristo de la Veracruz. Mientras, en el interior, decenas de cabezas atónitas se asoman curiosas para poder ser testigos de uno de los momentos cumbre de la tarde.
Y, por supuesto, esa luz que se refleja en el rostro de Nuestra Madre de los Desamparados, cuando se enfrenta al dintel de la puerta y que parece que le hace sonreír por encontrarse de nuevo con su gente por la calles de Cádiz. Sabe que el camino que le espera estará lleno de satisfacciones y que saldrá del ostracismo para que sus devotos y admiradores la disfruten y le cuenten.
Hay muchas más luces y momentos imborrables en el camino del Caído un Martes Santo, pero, de momento me quedo con estos.
Vendrán más.
Fotos: Cristina Soto
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