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martes, 20 de marzo de 2012

Sin etiquetas




……el Caído es el Caído, sin más etiquetas.
El Caído son dos rostros.... el de Jesús y el de María.... son dos manos... la de Él, apoyada en una peña, y la de Ella, sosteniendo una flor, sosteniendo con delicadeza la fragilidad de unos pétalos similares a la fragilidad del hombre en este mundo.
Dos rostros, dos expresiones, dos miradas....
La de Él de serenidad. Suena a tópico, pero es de serenidad con mayúsculas. Serenidad propia tras haber caído por el peso de la cruz.  Una dulce mirada serena ante la adversidad, ante el dolor, ante la injusticia..... Y serenidad ajena, la nuestra.... la que proporciona mirarlo a los ojos... la que a pesar de pensar: “qué grande fuiste, qué grande eres y qué poco ten tengo presente en la batalla del día a día”, la que a pesar de eso te transmite, te habla con la mirada diciéndote que está ahí.
Y si hablamos de dulzura, de sosiego, de clemencia, de misericordia o bondad, ahí está Ella, la Madre de todos, la que intercede por sus hijos, la que nos cobija en nuestro desamparo.
Eso es el Caído, dos rostros, dos benditos rostros... lo que representan, lo que transmiten, lo que hace sentir a quien los contempla desde la fe y no solo desde la estética del bordado, del andar de un paso o del criterio de un desfile.
* Texto extraido del pregón de Mauricio García con motivo del cincuentenario de la refundación de la Hermandad. Pronunciado el 8 de mayo de 2010 en la Iglesia de San Francisco.

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